Donde arde la historia
Homenaje a todas aquellas personas que combaten los incendios declarados en España
Dave
8/13/20252 min read


Las Médulas (León) – Son las 03:47 de la madrugada y la tierra roja que dio fama a Las Médulas ya no se reconoce. Bajo un cielo espeso y anaranjado, los castaños centenarios arden como antorchas vivas. El rugido del fuego, alimentado por un viento seco, se mezcla con el zumbido grave de los helicópteros que descargan agua desde el aire.
Entre las sombras y destellos, una figura se mueve con rapidez, cargando una manguera que parece demasiado grande para su cuerpo. Es la soldado Gala, miembro de la Unidad Militar de Emergencias (UME). Tiene poco más de treinta años, no es muy alta, y su complexión es delgada pero curtida por el entrenamiento. Lleva el cabello moreno recogido en un moño bajo, apretado, y la mirada fija en el frente de llamas.
—¡Manguera libre, Gala! —ordena el sargento desde una línea que amenaza con desbordarse.
Ella no responde. Solo corre. El chorro de agua sale a presión y golpea el foco que avanza entre ramas secas, arrancando un silbido de vapor. “Aquí no es cuestión de aguantar o no. Aquí simplemente no te vas hasta que el fuego se apaga”, dirá más tarde, sentada en el estribo del camión.
Según datos oficiales, el incendio ya está perimetrado en un 80%, pero el 20% restante es imprevisible. La UME, junto a brigadas forestales y bomberos, mantiene la lucha en turnos que se alargan hasta la extenuación.
En un descanso, un vecino evacuado se acerca a Gala. Es un hombre mayor, las manos ennegrecidas por el humo. La mira a los ojos, asiente y solo dice:
—Gracias, hija. Por quedarte.
Ella no sonríe. Se limita a devolver el gesto y volver a su puesto. El uniforme le pesa por el sudor y la ceniza, las manos le tiemblan, y los músculos arden. Pero si mañana el fuego sigue vivo, también lo estará ella.
“Mientras quede algo por salvar, aunque sea un metro de bosque o una casa… voy a seguir aquí”, afirma antes de perderse otra vez entre humo y brasas.